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Está pasando ahora

Con la IA estamos ante una nueva revolución en la historia de la comunicación. Básicamente le estamos delegando a algo a lo que llamamos “Inteligencia Artificial” nuestra capacidad de razonar. Eso cambia nuestra forma de pensar y no sabemos cómo la cambiará a futuro. Técnicamente le enseñamos a imitar el razonamiento humano, pero si antes un chico que empezaba a escribir necesitaba pasar por la fricción de tener una hoja en blanco, ahora eso puede pedirlo a un chat. Se pierde esa gimnasia que nos genera músculo en nuestra mente.

Pensemos juntos que la historia de la comunicación humana es, en esencia, la crónica de nuestra lucha por acortar la distancia entre una idea y su destinatario. Durante siglos, esa batalla se libró contra el tiempo y el espacio.

Mesopotamia, c. 3200 a.C. aquí nace la escritura: se libera a la información de la memoria oral. Concretamente en Sumeria (sur de Irak) se usaban unos estiletes de caña para registrar asientos contables. Sucesivamente, el Papiro (usado principalmente en Egipto desde c. 2500 a.C., un material ligero hecho de la planta de papiro que se enrollaba, lo que facilitaba la portabilidad de la información) y el Códice (popularizado en el Imperio Romano a partir del siglo IV d.C., un formato de páginas cosidas y encuadernadas que hacía la consulta más rápida y la información más duradera) mejoraron el formato. Y esto hizo del conocimiento algo portátil. El mensaje estaba anclado a un portador físico. Podríamos agregar que la logística mejoró con el caballo y el tren, pero la velocidad de distribución seguía siendo la del vehículo.

La verdadera revolución de la escala la trajo la Imprenta de Gutenberg (Alemania, c. 1450). Él inventó la producción y distribución masiva del libro. Antes, el proceso era quizás con un monje copista, quien se sentaba en el scriptorium, un lugar silencioso con mesas largas y mucha luz, y copiaba el texto a mano con una pluma de ave y tinta. Otro monje, el iluminador, añadía mayúsculas decoradas, bordes y miniaturas con pan de oro y pigmentos. La velocidad de producción nos parece ahora lentísima. Un solo copista podía tardar meses o incluso un año en terminar un solo libro. Además, el libro era un objeto de lujo extremo, solo accesible para la nobleza, la realeza y la Iglesia. Y el conocimiento, en manos de pocos.

Con el orfebre alemán, por primera vez una misma idea podía llegar a miles de personas de forma simultánea, democratizando el acceso al conocimiento y marcando el inicio de la comunicación masiva. Sigamos:

El segundo gran quiebre ocurrió cuando el mensaje se desprendió de su soporte físico. El Telégrafo (Samuel Morse, EE. UU.) hizo que el mensaje viajara a la velocidad de la electricidad, estableciendo la comunicación instantánea a grandes distancias. Fue en 1844 cuando envió desde Washington D. C. el mensaje “What hath God wrought” (“Mira lo que Dios ha hecho”), a su asistente Alfred Vail, que se encontraba en Baltimore, a 64 kilómetros de distancia. El Teléfono (Alexander Graham Bell, Escocia/EE. UU., c. 1876) y, más tarde, la Radio y la Televisión, crearon la figura de la audiencia global, unida por un mismo evento en tiempo real.

Quizás, no está en mi conocimiento, esta era culminó con la convergencia, porque distintos dispositivos comienzan a integrarse. La invención de Internet (Tim Berners-Lee, Reino Unido, c. 1989) y su posterior fusión con el Smartphone (popularizado masivamente a partir de c. 2007) no solo pusieron una biblioteca infinita en el bolsillo de cada usuario, sino que transformaron a cada persona en un emisor potencial. De repente con Internet y los smartphones todos tenemos a la Multivac de Asimov en nuestro bolsillo. No tenemos necesidad de ir a una biblioteca a buscar información. No tenemos necesidad de editar un libro para dejar algo escrito. Y pasó todo en pocos años. El consumo de la información en 1995 era de una manera y en 2005 era de otra. Traigo a “Multivac” porque recordemos que la supercomputadora de los cuentos de Isaac Asimov pasó de estar en un cuarto cerrado a ser una especie de autoconciencia cósmica y tenía consigo todos los conocimientos de la humanidad.

La Comunicación Sintética

El devenir de los tiempos nos lleva a este 2025 en el que se redefine el juego: la Inteligencia Artificial Generativa. Si durante siglos la comunicación se centró en la distribución, hoy se enfoca en la creación algorítmica y la hiperpersonalización. La IA genera contenido a una velocidad y escala sin precedentes, difuminando las fronteras entre el autor humano y la máquina.

El desafío actual para la comunicación ya no es hacer llegar el mensaje, sino garantizar su autenticidad, relevancia y estrategia humana en un universo donde el contenido es infinitamente creado. Esta necesidad de rigor y propósito define la labor de la comunicación integral hoy.

En resumen: esta bomba comunicacional está estallando ahora. Ahora es que sentimos el calor en nuestros cuerpos y no sabemos cómo va a impactar. En un momento Gutenberg le tuvo que haber contado, no lo sabemos, a su socio Dritzehn que su invento estaba listo. Para eso combinó tres saberes: el molde de orfebrería, para crear letras idénticas en metal; la prensa de vino, como mecanismo para aplicar presión uniforme sobre el papel; una tinta espesa y oleosa, que se adhería mejor al metal que las tintas acuosas usadas hasta entonces. E imprimió la Biblia. Allí se enteró primero una y luego dos y luego tres personas. Ahora nos estamos enterando todos juntos en el primer momento en que esto está sucediendo. Decía recién, quizás un chico que aprende a escribir no se está enfrentando con la hoja en blanco, porque le pide algo a ChatGPT; quizás un programador no está leyendo o consultando con un compañero cómo desanudar una línea de código; quizás un pintor tiene nuevas ideas a partir de lo que le pide a Copilot. Y sabemos que lo que la humanidad delega en la tecnología no lo recupera.

Mi mirada al respecto es que los niños deben formarse en la lectura, porque debemos fomentar nuestra capacidad de lenguaje, nuestra capacidad de razonar, de intercalar ideas. Somos el lenguaje.

Más allá de eso, sí podemos usar a este tipo de IA como herramienta. En mi caso tuve la suerte de encontrarme con un viejo amigo de la infancia, ahora programador, y comenzamos experimentando con IA, básicamente para automatizar procesos.

Y además hay una razón muy útil: quien quiera trabajar con nosotros para un texto va a requerir que no esté escrito con ChatGPT, al menos por ahora. Lo genuino vale. Sí decir que estamos transitando una revolución y que solo podemos saber que estamos transitando este momento. La cuña en la arcilla, la tinta en el metal, está pasando ahora.

JC.

Recomiendo leer: “La última pregunta” de Isaac Asimov.

Imagen de https://asimov.fandom.com/es/wiki/Multivac

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